
Parece trabalenguas: Inflación. Estanflación. Fosilflación. Verdeflación. Climaflación. Pero más que trabar lenguas traban la economía.
Empecé mi mañana escuchando un podcast con Isabel Schabel que hablaba de la persistencia de la inflación. Ella considera que lo que vivimos ahora no es un fenómeno inflacionario que regresará a estándares previos. Estamos por ver una climaflación por el impacto del cambio climático a la producción de alimentos del mundo. Estamos por ver (o ya estamos viendo) una fosilflación por la escasez de combustibles fósiles. Y remataremos con una verdeflación por la escasez de los minerales que impulsarán las energías verdes. Sin embargo, Schabel cree que una vez completada la transición verde, podremos regresar al equilibrio.
En contraste, justo terminando el podcast que escuchaba me uní al streaming de la conferencia del ECB con los directores de los bancos centrales Lagarde, Powell, Bailey y Carstens. Todo a dimensión guardada y entendiendo que su papel es dar mensajes de certidumbre, normalización y estabilidad; su narrativa estuvo centrada en estimular el equilibrio en la oferta y la demanda tras un momento de múltiples shocks a la oferta.
Powell fue muy claro con su determinación en regresar al 2% de inflación a través de reducir la demanda esperando no frenar el crecimiento. Esperando. O sea, le importa más su objetivo de 2% y el equilibrio. Entonces, para los que lo dudaban, la estanflación es prácticamente un hecho.
Lagarde tiene una posición para enfrentar los retos inflacionarios mucho más enfocada a la focalización de estímulos y a la implementación gradual de políticas. O sea, cómo dirigir recursos a los grupos más vulnerables que son a los que más trabajo les cuesta enfrentar picos inflacionarios. Y, a que las políticas más duras no le caigan de sopetón a inversionistas y productores que mantienen la rueda de la economía girando.
De Bailey no digo mucho porque los pobres del Reino Unido sí están más en el hoyo sumando Brexit a la ecuación y pues lo que el Banco Central pueda hacer no moverá mucho la aguja. Pero pues en general va en el mismo sentido que los demás.
De Carstens me quedo con dos cosas. Primero que los instrumentos con los que cuentan los economistas no contemplan las dinámicas de la oferta que estamos viviendo y que se necesitan economistas dispuestos a arrastrar el lápiz para hacer modelos que tomen en cuenta relaciones ocultas en la oferta, cómo se crean las expectativas y el contagio de dinámicas de precios. Y también me gustó cómo su visión desde los mercados emergentes contrasta la de mercados más sólidos como Europa, Estados Unidos y Gran Bretaña y cómo poder seguir impulsando el crecimiento en estas zonas a pesar del contexto actual.
Y aunque hay mucha tela que cortar sobre cómo deben complementar los gobiernos con políticas públicas todo este entorno. Me quedo pensando en que el enfoque hacia el crecimiento sostenible o sustentable versus el linear es el camino más claro para reducir las afectaciones por los cambios que se avecinan. Y entre más pronto giremos hacia allá, habrá menos daños o, al menos, con menor potencia.
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